La casa solariega de la Sempre Noiva se edificó en la transición entre los siglos XV y XVI, por D. Afonso de Portugal, obispo de Évora, que adquirió por trueque los terrenos antes pertenecientes al obispado. Se levanta cerca de la villa de Arraiolos, en la tranquilidad de la amplia llanura alentejana, pero suficientemente cerca del centro de atracción de la corte que representaba entonces la ciudad de Évora.
La hija natural de D. Alfonso, doña Beatriz o Brites de Portugal, instituyó en 1531 el mayorazgo de la “Herdade da Sempre Noiva”, encabezado por su hermano don Francisco de Portugal, 1º Conde de Vimioso, razón por la que el palacio fue también conocido como solar de los Vimioso. D. Alfonso mandó erigir su morada allí, preciosa declinación mudéjar-manuelina del tardo-gótico alentejano, aprovechando parte de una edificación más antigua, tal vez del siglo XIV. Este núcleo primitivo, centrado alrededor de una torre de dos pisos, constituiría sólo otro capítulo de la historia del lugar, ya que se encuentran también vestigios de una ocupación romana de relieve.
Tanto la Torre de Sempre Noiva como el resto de las residencias señoriales fortificadas, no tuvieron funciones defensivas, sino que su construcción estuvo relacionada con la afirmación social de familias nobles en ascenso, en este caso la de los Condes de Vimioso
Como se dijo, este tipo de quintas fortificadas son típicas de la arquitectura señorial alentejana. Del mismo modo que esta torre del Solar de Sempre Noiva, en torno a Évora se construyeron un buen número de ellas como la Torre das Vidigueiras y la Torre de Esporão, en el término de Reguengos, la torre del Carvalhal y la de la Quinta de Amoreira en Montemor, la torre de las Águias en Mora o la Torre de Coelheiros en el propio término de Évora. Todas ellas están o tendrán cabida en este blog. Son torres generalmente asociadas a importantes vías de comunicación y que probablemente algunas podían tener orígenes más remotos de lo que se ha pensado, como en este caso.
El palacio posee planta relativamente simple, constituida por un pabellón rectangular de buenas dimensiones, que incluía los dos pisos inferiores de un torreón de tres pisos, y por un cuerpo alargado en ángulo con el primero, formado por una pequeña capilla y por un porche abovedado de dos pisos, en la fachada principal, extendiéndose en dos tramos más allá del pabellón de vivienda. El porche alberga una escalera que da acceso, en el piso superior, a la sencilla puerta de entrada del piso noble, en estilo manuelino. La capilla, en el extremo sur de la galería, se abre hacia el exterior a través de una puerta con dintel, cuyo interior, de espacio unificado y cubierto con bóvedas nervadas, tiene como elemento de interés el hecho de elevarse hasta el piso habitacional de la torre contigua, permitiendo que desde ésta la familia pudiera asistir a los servicios religiosos, sin mezclarse con la plebe. La planta baja del pabellón principal estaba ocupada por dependencias de servicio, siendo todos los compartimentos (incluso en el piso noble) cubiertos con techos de madera. La excepción se refiere a los dos pisos altos de la torre, cubiertos por bóvedas estrelladas
Fuente DGPC
Las curiosas Leyendas de Sempre Noiva
Las leyendas de la Siempre Novia están asociadas a esta propiedad antes incluso de existir la hacienda. Se cuentan por lo menos tres historias con ese nombre.
La primera sempre-noiva
Curiosamente, esta primera leyenda junta en la misma narrativa las dos tradiciones de Arraiolos, las alfombras y la Siempre-Novia …
Al parecer, en el tiempo de las luchas entre moros y cristianos, vivía allí una doncella que se hizo novia en mala hora pues el día del matrimonio la aldea fue atacada y el novio tuvo que partir para el combate.
Así, cuando pasado muchos años el muchacho volvió y quiso casarse, la novia tardaba en aparecer para la boda y los invitados ya desesperaban que el matrimonio se efectuara. Entonces ella se presentó cubierta con una alfombra para ocultar las «marcas del tiempo».
La segunda sempre-noiva
La segunda Siempre Novia se llamaba Beatriz, hija de D. Álvaro de Castro, hermano de la malograda Inês de Castro. Beatriz era una joven de fulgurante belleza de la que se apasionó un castellano llamado Alfonso de Trastámara. Pero en esa época Portugal estaba en guerra con Castilla.
Corría el año de 1384, y Lisboa estaba cercada por los españoles. El trono estaba vacante, y era el Mestre de Aviz quien comandaba la resistencia dentro de la ciudad. Beatriz se encontraba también en Lisboa y, por cualquier motivo obscuro, el maestro de AviZ suspendió las hostilidades, dejó entrar un noble español llamado D. Pedro Álvarez de Lara y la casó con él. Difícil saber 600 años después los motivos de tan conducta.
De cualquier forma, el matrimonio no llegó a consumarse porque el novio, regresando con Beatriz al campamento de los españoles, murió de peste.
Afonso de Trastámara recuperó la esperanza de casarse con su amada, pero murió cuando peleaba de forma arrojada para impresionarla.
Acabada la guerra y ocupado el trono por el Mestre de Aviz como Juan I de Portugal, Beatriz volvió a vivir en Portugal y el rey se acordó de dar en matrimonio a D. Nuno Álvares Pereira, que había quedado viudo, pero él la rechazó.
Y consta que el rey, conversando con ella largamente a fin de encontrar marido que le conviniese, acabó por quedarse él mismo cautivo de su belleza. Tal vez por eso, no sólo no volvió a escogerle otro novio, sino que mandó matar a Fernando Afonso que se casó con ella secretamente. Y le mandó matar de una manera cruel: quemado en una hoguera en la plaza pública, para que todo el mundo viese.
La tercera sempre-noiva
También se llamaba Beatriz la tercera Siempre-Novia. Era hija de D. Alfonso de Portugal, arzobispo de Évora que mandó construir conventos y palacios, entre ellos el de este solar, donde ella siempre residió
La niña estaba comprometida con un noble español vanidoso, pero al tiempo miedoso. Un día, paseando con él por los campos, surgió un torbellino que corrió hacia ellos. En vez de defenderla, el novio huyó corriendo y fue el mayoral quien acudió a su socorro. Espoleó el caballo y consiguió rescatarla en el último instante, llevándola en la grupa hasta la casa. Y de ese abrazo ella no se liberó jamás. Se enamoró irremediablemente de su salvador. Pero en ese tiempo una niña noble no podía casarse con su criado … Y Beatriz prefirió quedarse soltera toda la vida, rechazando con indiferencia a los más ilustres pretendientes.