Entramos a tumba abierta con las fortificaciones costeras de la comarca de la Costa del Sol Occidental de Málaga. Y antes de empezar a reflejarlas una por una me gustaría hacer una génesis histórica.
¿Por qué encontramos tantas fortificaciones en la costa andaluza en general y en particular en la Costa del Sol Occidental? Básicamente porque la costa andaluza, pero particularmente la costa que se extiende de Málaga a Gibraltar, fue siempre una tierra de frontera y lo sigue siendo hoy por desgracia. Carácter fronterizo que se incrementa y se exacerba tras la conquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos.
Las tierras de Marbella desde la entrada de los árabes en España son tierras de frontera. Esta frontera del mar de Alborán y del Estrecho, fue escenario de los enfrentamientos de Ibn Hafsun con el poder cordobés, se convirtió en zona de delimitación entre las diferentes coras y taifas durante varios siglos y finalmente durante mucho tiempo fue inestable límite entre el frágil reino nazarí y los castellanos.
Pero incluso después de la conquista castellana la costa occidental de Málaga siguió siendo tierra de frontera; en un primer momento, frontera contra los musulmanes conquistados y obligados a convertirse al cristianismo (mudéjares), al tiempo que externa ante berberiscos y turcos. Posteriormente, de nuevo, frontera ante los corsarios ingleses tras la soberanía británica en Gibraltar.
Este carácter fronterizo e inestable acentuado por las diversas guerras y conflictos en los que nos embarcaban los varios monarcas se refleja en la incesante construcción y puesta en marcha de diversos sistemas de defensa que nos dejan un importante legado fortificado, una buena parte del cual desapareció o quedan simples vestigios o modestos restos. Y que hoy aún está amenazado continuamente por la desidia o por la depredadora fiebre urbanística de los últimos decenios.

La época árabe y el reino nazarí.
Aunque los orígenes de algunas fortificaciones y torres vigías se remonta a época romana, este litoral se protegió de forma sistemática en el período musulmán.
Según la bibliografía consultada, escasean las fuentes referidas a los dos primeros siglos de dominación musulmana (siglos VIII y IX). Nuestra zona aparece con vigor propio de la mano de la rebelión de Omar Ibn Hafsun frente al poder cordobés en torno al 880.
Para el 890, Ibn Hafsun controla buena parte de la Andalucía occidental con centro en Bobastro (cerca de la actual Ardales), llegando a poner en peligro incluso a la propia Córdoba. Las principales fortalezas de las tierras de Marbella (como Mijas o Montemayor), apoyan desde el principio la rebelión.
El panorama cambia cuando el todavía emir Abderraman III acomete una ofensiva definitiva contra las posesiones de Ibn Hafsun en 914. Una primera expedición se monta ese año por la zona costera contra Montemayor, cerca de la actual Benahavís e importante bastión rebelde.
En la denominada campaña de Jete, en los años 923-924, fueron tomadas definitivamente las plazas de Montemayor y Mijas. En 917 había muerto Ibn Hafsun y en 928 Bobastro, en manos de su hijo Souleiman, es definitivamente arrasado por el Califa.
El aparato defensivo de la kora de Rayya (Málaga) a la que pertenecía toda la zona costera occidental fue destruido por Abderramán III: “donde había habido tanta inexpugnable fortaleza, pasó a ser un solo y sólido llano” dicen las crónicas. Se obliga a los que estaban en las montañas a bajar al llano y se entra en una época de cierta tranquilidad en la zona durante el período califal. Esta es la época en la que según parece se acomete la construcción de castillo de Marbella.
La caída del califato en 1031, y la constitución de los reinos de taifas, con la adscripción de Marbella a la de Málaga convierte a esta zona de nuevo en frontera entre taifas: Algeciras-Ronda-Málaga no exenta de nuevos conflictos y disputas de poder. Marbella fue punto neurálgico en las luchas mantenidas entre los Edrisitas, que gobernaba Málaga y los Hammuditas o Hammudíes, que reinaban en Algeciras, ambos pertenecientes a la misma familia.
Es en esa primera época de taifas, Gozalbes Cravioto cuenta como Montemayor se constituye en fugaz centro de una taifa independiente que llega a controlar hasta Alcalá de los Gazules, pero por muy poco tiempo, en torno al año 1095.
Durante la dominación norteafricana de los Almorávides, plena ya en 1091, tiene lugar, según la mayoría de los autores, la construcción de la fortaleza de Fuengirola siguiendo el modelo de un ribat (mitad castillo, mitad convento).

Más adelante, ya bajo el reino nazarí, fueron reforzadas buena parte de las defensas costeras. Es de destacar la construcción en tiempos de Yusuf I y bajo la dirección del primer ministro Abu-I-Ridwan (1329-1359) de 40 torres de almenara en el conjunto de la costa del reino de Granada a fin de defenderse de las incursiones cristianas e incluso de los musulmanes del otro lado del mediterráneo.
Estas torres musulmanas eran generalmente prismáticas o cilíndricas, con varias cámaras interiores y terraza. El dispositivo se completaba con una serie de recintos, fortificaciones urbanas y castillos: como los ya citados de Fuengirola o Marbella.
En relación a la defensa de la costa, los invasores cristianos heredaron un elevado número de fortificaciones y torres de vigilancia al tomar el reino nazarí, recogidas tanto en el Memorial del bachiller Juan Alonso Serrano en 1492 como en la Instrucción para la guarda de la costa del Obispado de Málaga de 1497.
La conquista castellana
La conquista de la Costa del Sol Occidental por los castellanos, que culminaría con la caída de Málaga en 1487, no fue el resultado de un solo acto. Hay un proceso -que ocupa todo el siglo XV- de progresivo desmoronamiento del reino de Granada y una creciente agresividad castellana. Especialmente a partir de mediados del siglo XV se suceden las algaradas cristianas en toda esta zona y las réplicas de menor alcance musulmanas.
Se trata de una época de constante inseguridad, aún con interludios de paz. La frontera por el oeste se va acercando progresivamente a las tierras de Marbella. En 1456 cae Jimena, tras varios cambios de posesión. Y en 1462 cae Gibraltar, lo que termina por desmoronar toda la frontera occidental costera del reino nazarí.
Enrique IV en una de estas algaradas ocupó en 1456 Benalmádena que fue destruida, Fuengirola (Suahyl) y Estepona, aunque abandonó las dos primeras. Estepona fue ocupada desierta, ya que todos sus habitantes huyeron ante la presencia castellana, por lo que el Rey intentó durante varios años su poblamiento; misión imposible que le llevó en 1460 a ordenar que se arrasara lo que quedaba de la villa, para evitar que fuera reocupada por los musulmanes.
La toma de Alhaurín y Cártama por el norte había terminado de cercar la comarca que estudiamos en el camino de la conquista de Málaga.
Finalmente, en 1485, tras la caída de Ronda, se produce la capitulación sin lucha de Marbella y todas sus alquerías dependientes.

No obstante, tanto Mijas como Osunilla y Benalmádena resistieron en manos musulmanas pese a los reiterados intentos de conquista hasta la caída de Málaga en agosto de 1487, lo que le costó a la mayoría de la población terminar ajusticiados o en la esclavitud pese a que se rindieron sin lucha y a Osunilla y Benalmádena terminar arrasadas.
Desde las capitulaciones de 1485 de la tierra de Marbella hasta la conquista definitiva de Granada en 1492, hay todo un período de provisionalidad en el que se van gestando buena parte de los problemas posteriores entre mudéjares y cristianos “viejos”.
Los Reyes Católicos
La conquista altera trágicamente la vida y la situación en el conjunto de los núcleos poblacionales.
Una vez conquistada Marbella, y firmadas las Capitulaciones, se otorgarán las normas necesarias para su repoblación. Los repartimientos realizados por el Bachiller Juan Alonso Serrano causaron el malestar entre la población mudéjar, que veía cómo sus tierras eran repartidas entre la población cristiana, siendo ellos los principales perjudicados en el reparto, contradiciendo los primeros acuerdos pactados en las citadas capitulaciones. De hecho, en el periodo entre 1485-1492 se documentan numerosas revueltas, producidas por el malestar de la población mudéjar al observar la acumulación de bienes y mercedes en la población cristiana.
La población musulmana presentó sus quejas al Repartidor, sobre todo referentes a las alquerías ubicadas en los cursos bajos y medios de Río Verde, Guadaiza y Guadalmedina. La decisión del Bachiller Serrano fue la siguiente: Benahavís, Almáchar, Tramores, Daidín, Arboto e Istán, ubicados al norte de Montemayor, quedarían bajo el poder de los mudéjares. Las ubicadas al Sur de Montemayor quedarían bajo el término de Marbella y, por tanto, serian ocupadas por la población cristiana. De esta manera la población mudéjar quedaba alejada de los núcleos costeros, concentrándose principalmente en las zonas de montaña. La carta de confirmación de esta sentencia se otorgó en Alcalá de Henares el 9 de marzo de 1498. Será en las alquerías interiores donde la presión social y el descontento de la población serán más evidentes.
Otro factor para el malestar de la población mudéjar fue la actuación de los recaudadores, quienes pretendían cobrar el diezmo de la Iglesia a la población musulmana que se encontraba exenta de su pago por la Capitulaciones. A ello hemos de unir que en 1499 el Cardenal Francisco Ximénez de Cisneros comenzó una campaña de conversión masiva y forzosa, acompañada de fuertes medidas de represión para obligar a ello. Cisneros pretendía evangelizar a la población musulmana obligando a bautizar a los hijos menores, aún en contra de la voluntad de sus padres. Aunque esta intención fue suavizada por orden de la Corona, el malestar en la población mudéjar era evidente.

Pronto la situación se hizo insoportable. Poco a poco se produce un éxodo en el que miles de personas intentaron huir al Norte de África. Cuestión intolerable para el reino por el progresivo despoblamiento y el descenso de la requisa de impuestos que suponía, y por tanto, aunque al principio -con muchas restricciones y requisitos- fue permitida, pronto fue prohibida y reprimida.
Así, como detonante de la presión fiscal y de la conversión forzosa al cristianismo ejercido sobre la población mudéjar, en diciembre de 1499 comenzó la sublevación del Albaicín, que se extiende a las Alpujarras y llega a la Sierra Bermeja en 1501, siendo acogida muy favorablemente en las alquerías serranas, como Daidin o Arboto, que acogían a muchas personas expulsadas de sus asentamientos cercanos a la costa. Buena parte de ellos terminaron haciéndose fuertes en la fortificación de Calalui, donde se produjeron importantes enfrentamientos y la última victoria andalusí sobre las tropas cristianas.
Tras la intervención militar y “pacificación”, el espíritu rebelde de muchos habitantes de la serranía se mantuvo latente: las bases de la convivencia ya se habían roto. Y continuaron muchos intentos de cruzar el Mediterráneo, la mayoría de ellos frustrados.

Uno de esos intentos de pasar al Norte de África, fue la conocida como “cabalgada de Istán” en 1506. En mayo de ese año los vecinos de Istán decidieron embarcarse hacia Berbería con la ayuda de algunos norteafricanos. Una marcha que terminó con el asesinato de cientos de personas que caminaban hacia la costa y otras muchas esclavizadas. Como dice Urbaneja Ortiz no era un caso aislado, pues ya se produjo en Casares (1500), Almáchar (1507) u Ojén (1509).
Los Reyes Católicos, tomaron medidas para la defensa del litoral incluso antes de concluida la conquista de Granada, por ejemplo, cuando encargaron al citado bachiller Juan Alonso Serrano un memorial acerca del sistema defensivo de toda la zona. Pero no fue sino a partir de la caída de Granada cuando se toman disposiciones generalizadas de forma sistemática: son numerosas las provisiones, reales cédulas, cartas, etc… para construir, reparar o demoler las torres y fortalezas de los territorios conquistados.
De entre todas, particular importancia tuvo la Instrucción para la Guarda de la Costa del Obispado de Málaga de 1497, con la que, según Fresnadillo, se configuraba por primera vez un esquema burocrático para la defensa y financiación de la misma que venía a recaer curiosamente en la población mudéjar. Pronto se ve la necesidad de preocuparse de una doble vigilancia y defensa de la costa tanto frente a los berberiscos como a la considerada quinta columna mudéjar cuya rebelión se intensifica. A esta visión dual intenta responder la “Real Provisión para la defensa de la costa de Granada” de 1501.
Los hombres encargados de la vigilancia eran llamados “guardas de la costa” o “de la mar” y el espacio a ellos encomendado lo denominaban “Estancia”.
Felipe II
La segunda gran etapa de construcción y fortificación de este litoral corresponde al reinado de Felipe II, que coincide con una época crucial en el Reino de Granada, pues además de sufrir el deterioro general de la seguridad en el litoral sufriendo innumerables ataques berberiscos, contempló una nueva rebelión morisca, la expulsión de dicha población y la implantación de un nuevo poblamiento, hecho que tuvo terribles consecuencias para la población e indudables implicaciones en la política militar del reino.
Con Felipe II, auténtico fanático religioso, la situación de los moriscos se vuelve insoportable. La rebelión que tiene su centro en las Alpujarras, se extiende en 1568 a Istán, y en 1569 se les unen los moriscos de Ojén, que huyen con sus familias y enseres a las sierras cercanas abandonando las tierras después de matar a sus vecinos cristianos viejos e incendiar la Iglesia, las casas y los cultivos. Buena parte de la rebelión tuvo por centro de operaciones el Fuerte de Arboto, hoy Pico de Armas, sitio fuerte por su aspereza y difícil acceso. Conquistado el Fuerte de Arboto por el Duque de Arcos el 20 de septiembre de 1570, la lucha continuó aún varios años contra los moriscos dispersos por la sierra.
Es a partir de entonces cuando se inicia un proceso de repoblación con cristianos viejos que procedían de diferentes puntos de España, entre los que se repartieron las propiedades de los moriscos. Lugares como Almáchar, Daidin o Tramores quedaron entonces despoblados.
El 9 de abril de 1609, Felipe III de España decretó la expulsión de los moriscos, descendientes de la población de religión musulmana convertida al cristianismo por la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502.

Resulta complejo valorar con la óptica de hoy el proceso de dos siglos que culminó con la expulsión de los moriscos en 1609. Primero fue durante todo el siglo XV el acoso y derribo de un estado independiente por otro expansivo y animado por un espíritu de conquista disfrazada por la ideología de la llamada Reconquista. Después, tras la capitulación de Granada, mediante el acoso y la persecución e incluso la esclavitud de quienes quisieron mantener sus vidas y sus identidades culturales y religiosas. Finalmente, la expulsión culminó un proceso que en el lenguaje de derechos humanos de hoy llamaríamos directamente genocidio. Un proceso que lamentablemente sirvió de precedente del comportamiento español en América Latina y que en mi opinión ha moldeado desde entonces la ideología de las clases dominantes en España.
Sin duda todos estos hechos tuvieron una muy importante incidencia en la actividad fortificadora de los reinos de Felipe II y sucesores. El primero adoptó en 1586 la decisión de construir un puerto artificial en la ciudad de Málaga, único refugio efectivo para las flotas entre Gibraltar y Cartagena en medio de los conflictos con los berberiscos. También acometió la construcción de un auténtico sistema de defensa del litoral que completara y reforzara el dispositivo heredado en gran medida de los nazaríes, realizando numerosos proyectos de remozamiento, remodelación o construcción nueva y aportando importantes recursos.
Las torres del siglo XVI son troncónicas o piramidales, generalmente más bajas y anchas que las anteriores, para poder colocarle un pequeño cañón.

Carlos III
Si el siglo XVII apenas hubo novedades en las defensas litorales, el tercer gran impulso del sistema de fortificaciones en la costa de Málaga proviene del reinado de Carlos III. Ya a comienzos del siglo XVIII había tenido especial importancia para las fortificaciones la promulgación en 1711 del Plan General de Ingenieros, inspirado por el flamenco Jorge Próspero Verbóm, que intentaba adaptar la organización y sistemas de defensa a las nuevas realidades de la guerra, especialmente al uso de la artillería. Con el nuevo Cuerpo de Ingenieros surgió un nuevo tipo de arquitectura y se difundieron tratados de fortificación franceses como los del mariscal Vauban.
La toma de Gibraltar por los ingleses, ratificada en Utrecht en 1713, cambia de nuevo la situación en la costa occidental de Málaga, con un siglo de guerras casi continúas muy internacionalizadas, el incremento de la acción contrabandista con centro en Gibraltar, los ataques corsos anglo-holandeses o la continuidad de ataque de los piratas a la costa. Un incremento de inseguridad y de actividad militar ante las que las defensas existentes estaban poco o nada preparadas.
En 1762 se publicó una Relación del estado de todos los puertos fortificados de los ocho Partidos de la costa del Reino de Granada, que realizó el mariscal de campo Antonio María Bucareli.

En 1764 fue promulgado el “Reglamento que Su Magestad manda observar en las diferentes clases destinadas a el Real Servicio de la costa del Reino de Granada” que era un efectivo plan de fortificaciones y redespliegue de tropas.
Este Reglamento preveía la construcción de fortificaciones de nueva planta, respondiendo a cuatro tipos: Atalayas, Torres de dos cañones, Baterías de 4 cañones y Casas Fuerte. En la costa del Reino de Granada se preveía la construcción de 8 nuevas atalayas, 12 torres de dos cañones en forma de pezuña, 10 Baterías para 4 cañones y un total de 2 Casas Fuerte.
Este extraordinario plan fue encargado al Ingeniero Director de la Costa del Reino de Granada, José Crame, que diseñó estos cuatro tipos de edificios en 1765, que fueron firmados en Málaga y aprobados ese mismo año.
La ocupación francesa y la guerra de independencia
En febrero de 1810, tras la ocupación de Málaga, el Rey José I entra en la costa occidental, ocupando entre otros el castillo de Fuengirola. Ahora la ocupación francesa produce un cambio en las tradicionales alianzas, convirtiéndose los ingleses en aliados contra la ocupación napoleónica. El resultado fue catastrófico para el sistema defensivo de la costa, ya que unos u otros destruyeron una buena parte de las principales instalaciones en toda España.
En la costa occidental varias fortificaciones se pusieron en valor durante la Guerra de Independencia, como en el caso de las actuaciones realizadas en Casares.
Después, a partir de las primeras décadas del siglo XIX, tras la toma de Argelia por los franceses en 1830, la piratería quedó prácticamente extinguida, lo que, unido al desarrollo de nuevas técnicas defensivas, hizo que la mayoría de las fortificaciones perdieran su valor militar. Como dice Gil Albarracín las fortificaciones dejan de tener gran utilidad por la extensión del uso de “la artillería de ánima estriada y de la granada explosiva, además de sistemas más perfeccionados de dirección de tiro”. Y la mayoría de ellas fueron abandonadas y sólo en unos pocos casos destinadas a otros usos, sobre todo como cuarteles de carabineros, que también serían poco a poco desmantelados.
El abandono, la acción de los elementos, el uso de los materiales para las casas o para otras construcciones, junto a la nula conciencia de conservación patrimonial que no aparece hasta bien avanzado el siglo XX, determinó un deterioro irreparable.
Por fin, a partir de los años 60, la especulación y la presión urbanística sin ningún control ni regulación, casi acaba con todo el patrimonio de fortificaciones y defensas que durante siglos jugó un papel importantísimo en la historia y en la configuración de nuestras costas, montañas, ciudades y pueblos.

Listado de fortificaciones de la costa occidental malagueña
La comarca de la Costa del Sol Occidental incluye un total de 11 municipios, pero vamos a reflejar tan sólo aquellos que son costeros: Torremolinos, Benalmádena, Fuengirola, Mijas, Marbella, Estepona, Casares y Manilva. Aunque incluimos Benahavís por su implicación en la dinámica costera. En entradas sucesivas recorreremos estas fortificaciones siguiendo la costa como hasta ahora de oriente (Torremolinos) a occidente (Manilva). A partir de ahí saltaremos, cuando llegue el momento, a la provincia de Cádiz.


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