Castelo de Penha García

A 14 km. de la frontera con España, Penha García es una freguesía perteneciente al municipio de Idanha-a-Nova que surgió en la ladera de la sierra a la sombra de su castillo roquero. Es un pueblo poco turístico, por lo que conserva gran parte de su encanto original.

Su estratégica posición parece que animó la ocupación humana del lugar desde tiempos del neolítico, luego castro lusitano y mas tarde población romana. El río Pônsul, que lo rodea, en el que se extraía oro fue sin duda un motivo de atracción y desarrollo.

Vale la pena subir a la cima de la peña, ver lo que queda de las murallas del castillo, que pese a la ruina que sufrieron a lo largo de los siglos, son aún imponentes. Y desde allí contemplar las deslumbrantes vistas que rodean al pueblo. Merece la pena descubrir el paisaje y el pueblo.

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El castillo medieval

Se cree que un primer castillo pudo haber sido erigido por iniciativa de Sancho I de Portugal en el marco de la política de fortalecimiento de la región fronteriza de las Beiras, frente a las amenazas que representaban al este el reino de León y al sur los reinos musulmanes.

Afonso III de Portugal otorgó carta foral a la villa en 1256. Parece que el nombre de la localidad proviene precisamente de que los primeros señores pertenecían a la familia García.

D. Dinis, donó campos, pueblos y castillo a la Orden del Temple en 1303, que mejoró las defensas del Castillo. La estratégica posición del castillo le convirtió en piedra angular de la defensa de la Beira Baixa, articulándose con otros castillos templarios o reales. El castillo de Penha García mantenía contacto visual con los castillos de Salvaterra del Extremo, Idanha-a-Nova, Castelo Branco, Monsanto y Bemposta, todos de la Orden del Temple, y la defensa era complementada por una red de atalayas de las que desafortunadamente nada queda.

De la antigua fortificación gótica, que revelaba un total aprovechamiento de la morfología del terreno, con las estructuras implantadas entre los afloramientos rocosos escarpados, subsiste apenas la pequeña ciudadela, en la cima del imponente macizo. Conocemos su estructura por el dibujo realizado en 1509 por Duarte de Armas en su «Libro de las Fortalezas».

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Dos vistas del castillo de Penha García dibujados por Duarte de Armas en 1509

Nos muestra una ciudadela fortificada perfectamente adaptada al terreno sobre afloramientos rocosos. La ciudadela en sí se situaba en la parte más alta, con una sola puerta a poniente que comunicaba con un pequeño patio, la torre del homenaje y la cisterna, graneros, horno y cocinas.

La torre del homenaje hexagonal se encontraba adosada a las murallas de la ciudadela, defendiendo la zona más expuesta hacia el suroeste.

El castillo fue completado por estructuras más tardías, posiblemente del s. 15 y 16. Tenía así una barbacana defendiendo la puerta de la ciudadela, otra a un nivel inferior hacia la parte menos abrupta del sur y finalmente otra muralla más cerca del pueblo; todas ellas con parapeto almenado. La barbacana inferior tenía a su vez un baluarte cilíndrico, con dos líneas de fuego, una junto a la línea del terreno y la otra al nivel del adarve

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Planta de Castillo. Elaboración propia a partir del dibujo realizado por Duarte de Armas

Este conjunto ovalado formaba así cuatro recintos progresivamente más elevados, que obligaba a itinerarios de acceso envolventes, que permitía la defensa de tiro vertical y convirtiendo a la fortificación en inexpugnable.

En el siglo XIX, con la extinción del Municipio en 1836, se inició el proceso de degradación del castillo, agravado por las actividades de los cazadores de tesoros,

La leyenda del Cercenado

Una leyenda local narra que D. García, alcaide del Castillo de Penha García, en una noche de tormenta, secuestró a D. Blanca, joven de rara belleza, hija del poderoso gobernador de Monsanto.

Después de meses de persecución implacable, D. García acabó siendo capturado en las laderas de la serranía por los hombres del gobernador. Ante los insistentes llamamientos de su hija D. Blanca, el gobernador le perdonó la vida a D. García, condenándolo, alternativamente, a la pérdida del brazo izquierdo, como prenda de justicia.

De acuerdo con los habitantes locales, la figura legendaria del mutilado D. García sigue mirando, desde lo alto de las torres, el cerro de Monsanto, donde residía su amada.

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