En el llamado Largo dos Monumentos, la villa de Aguiar da Beira, dispone de tres estructuras principales que se han convertido en el símbolo más destacado de la ciudad. Por un lado, un Pelourinho Manuelino del Siglo XVI, la antigua Torre do Relógio del siglo XV y la Fonte Ameada, posiblemente más antigua que las otras dos construcciones. El conjunto fue declarado Monumento Nacional en 1922. También en este largo se encuentran la Casa dos Magistrados del siglo XV y el edifico del antiguo Ayuntamiento del siglo XVIII

La Vila de Aguiar da Beira, que ya existía en el s. X, obtuvo foral de D. Teresa, madre de D. Afonso Henriques, en 1120. Pero los vestigios de antiguas civilizaciones que aquí se asentaron son muy numerosos en el municipio. Son ejemplo de ello el dolmen de Carapito, uno de los ejemplares mejor conservados de la época neolítica; el Castro de la Gralheira, un ejemplar del Calcolítico, no siendo el único de la región; o el puente del Candal, en la parroquia de Coruche, una de las marcas del paso de los Romanos.
La Torre do Relógio
Aunque se especula que lo torre almenada de Aguiar pudiera pertenecer a alguna estructura castellaria, lo cierto es que lo mas probable es que su origen estuviera en una antigua torre vigía musulmana. Su construcción actual data del siglo XV, de planta cuadrada y cuatro pisos. Está coronada pr almenas y gárgolas de tubo en sus cuatro esquinas. El reloj es una verdadera reliquia que fue restaurado en 1777
También se la llama “Torre de Cabibanca”, por la leyenda de ese nombre.
La Fonte Ameada
Esta fuente de forma cuadrangular cubre un pozo y una fuente de chorro. Con su cobertura forma una especie de mirador sobre la ladera, un espacio con bancos, que posibilita su utilización pública.
La Leyenda de Cabibanca
Se posó un día en la torre un pájaro, como jamás visto por tierras de Aguiar. Las gentes del lugar dejaron de ir a misa y de lejos apuntaban estupefactos hacia el pico de la desconocida ave mientras exclamaban: – ¡Qué bicanca, Santo Dios, que bicanca!
Estaba el pueblo en su tormento, estaba el pájaro en su tranquilidad, cuando pasó por el pueblo un peregrino Martín Afonso con el apodo de «Escorropicha». Después de unos vasos bien bebidos, haciendo justicia al apodo, tomó la escopeta y se enfrentó a la «cabibanca». Bastó un tiro certero, que resonó por toda la región, para que la cigüeña maldita sucumbiera y Afonso fuera paseado en hombros.
La historia perdura y el nombre «cabicanca» quedó para siempre ligado a los aguiarenses que, cariñosamente, lo adoptaron como suyo.
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