Castelo de Montalegre

El «Castelo de Montalegre» se sitúa a pocos kilómetros de la frontera con Galicia en la cima de un monte granítico desde el que se divisan las sierras del Gerês (al oeste) y del Larouco (al este) y el curso del río Cávado (al norte). Junto con el Castillo de Piconha, cerca de Tourém, y el Castillo de Portelo, en Sendim (Padornelos), integraba el conjunto defensivo de las Tierras de Barroso.

Montalegre-6El castillo de Montalegre es una estructura militar medieval de construcción relativamente tardía. Se inserta en el movimiento de «reorganización de los espacios fronterizos a este y al oeste de Chaves», emprendido por D. Alfonso III en el siglo XIII con el objetivo de dotar a la frontera transmontana septentrional de un verdadero orden territorial y jurídico dependiente de la autoridad regia.

Sin embargo, los resultados quedaron por debajo de lo esperado. En efecto, aún antes de terminar el siglo XIII, D. Dinis se vio obligado a donar nueva carta de foral a Montalegre (1289) y a encargar la tarea de poblamiento a Pedro Anes, ya que por esos años la villa se encontraba deshabitada y el castillo aislado.

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Planta del Castillo. Elaboración propia en base a imagen SIPA

El castillo propiamente dicho refleja, en parte, estas dificultades de asentamiento y los relativamente escasos recursos económicos puestos a disposición de la empresa. El proyecto inicial debería incluir las tres torres previstas integradas en el perímetro amurallado ovalado: la Torre Furada es la única de planta cuadrangular y se encuentra coronada por almenas, realizándose el acceso al interior a través de dos puertas, una a nivel del patio, y otra a la altura del camino de ronda, siendo esta última de mayor impacto visual, con arco de vuelta perfecta y tímpano decorado con la cruz de la Orden de Cristo. Las otras dos torres, la Pequeña y la del Reloj, son por el contrario de planta rectangular y de menor altura que la anterior.

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Torres Furada y del Reloj

A pesar de lo pequeño del recinto, con un pequeño patio dotado de cisterna, el castillo conserva las principales características de la fortaleza gótica, con su planta ovalada, los paños de muralla entrecortados por torres cuadrangulares y rectangulares y una torre del homenaje asociada a la cerca y no aislada en el centro del patio. El castillo incluía, además, dos puertas, de las que queda sólo resta la del lado de levante. La entrada principal se ubicaba en el lado norte, protegida por la poderosa torre del homenaje.

La Torre del Homenaje es la pieza principal del conjunto, pero su construcción no corresponde al primer período de obras, sino al reinado de D. Afonso IV, finalizándose su edificación en 1331. De mayor altura y sección que las restantes torres, su aspecto imponente representa la principal muestra del poder del castillo y de la villa.

Dotada de basamento escalonado y saliente, posee cuatro pisos. Su organización revela una compleja preocupación funcional, con espacios abovedados, sistemas de desagüe de aguas y, en el último piso, las espesas paredes se abren a estrechos corredores que dan acceso a las balconadas. En todo su perímetro, está coronada por almenas pentagonales, solución que se repite en los propios balcones y que acentúa la buscada imagen de inexpugnabilidad. El acceso al interior se realiza por una sola puerta elevada (a nivel del camino de ronda y orientada hacia el interior del patio), lo que hace que esta torre sea una unidad independiente del resto del reducto en caso de invasión.

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Dibujo de Montalegre de Pascual Duarte D’Armas en su Livro das Fortalezas sobre 1509

La última gran campaña medieval se produjo en el reinado de D. João II, información proporcionada por Duarte d’Armas a principios del siglo XVI. Los trabajos entonces realizados tuvieron como objetivo el refuerzo de la entrada principal, que pasó a estar protegida por un reducto de torres circulares, dotadas de «troneras con dos niveles de tiro», de las que quedan sólo los niveles inferiores.

 Acabadas estas obras, el castillo sólo volvió a ser intervenido en el siglo XVII, en el ámbito de las Guerras de la Restauración. Datan de esas fechas diversos baluartes y revellines, de paños en punta de estrella, característicos de este período.

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En primer término uno de los revellines seiscentistas

Fue éste el conjunto que llegó hasta nuestros días que fue declarado Monumento Nacional en 1910 y que a partir de 1990 alberga un núcleo museológico, habiéndose desarrollado en los últimos años algunas excavaciones exploratorias del lugar.

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