Braga bien merece una visita
Se trata de una de las ciudades más antiguas del país. Fundada por el emperador romano Augusto, tomó el nombre de Bracara Augusta y pronto se convirtió en sede administrativa del imperio y capital de la provincia romana de Gallaecia. Luego fue capital del reino suevo.
Su diócesis es la más antigua de Portugal, pues se creó todavía en época romana, en el siglo III. Durante la Edad Media llegó a rivalizar con Santiago de Compostela en poder e importancia. También la catedral es la más antigua del país, ordenada construir en el siglo XII por los padres del primer rey de Portugal, D. Henriques y Dña. Teresa.
Conquistada a los musulmanes en 868 por Alfonso II de Asturias, tuvo un papel destacado en los conflictos que llevaron a la creación del reino de Portugal.
Hay muchas cosas que ver en Braga, una dinámica ciudad universitaria con un montón de ambiente. Vale la pena visitar el Tesoro-Museo de la Catedral, pero es imprescindible dar un tranquilo paseo por el centro histórico para visitar algunas de las muchas iglesias, apreciar las casas y edificios históricos, como el Palacio de Raio, el palacio episcopal, el Teatro Circo o el Arco de Porta Nova, o tomar un café en la emblemática Brasileira, mientras se contempla el ajetreo de la Avenida Central.

Quien visita Braga tiene que subir obligatoriamente al Santuario de Bom Jesus, un icono de la ciudad, con su monumental escalinata. También merece una visita en las afueras el Monasterio de Tibães.
Las murallas de Braga
Poco queda de lo que fueron las fortificaciones medievales de Braga. La más importante es la Torre del Homenaje de castillo. Restan además dos puertas y la Torre de Santiago.
La primera muralla de la ciudad se levanta durante la ocupación romana, ya en el siglo III. No se conoce mucho de ella, pero las prospecciones realizadas por la “Unidade de Arqueologia da Universidade do Minho” ha permitido determinar que se trataba de una cerca poligonal que encerraba un área de 40 o 50 hectáreas que disponía de torreones de planta semicircular para reforzarla.
Posiblemente, esa cerca romana seguiría siendo la principal defensa de la ciudad durante la época sueva, visigoda y musulmana e incluso más tarde durante el repoblamiento del reino asturiano-leonés tras la expulsión de los musulmanes.
Ya en el siglo XI existen informaciones más fiables. Parece que, en esta época, se ha bia construido una segunda cerca, pero, paradójicamente, la sección Norte de la muralla romana era todavía utilizada para delimitar el perímetro urbano. Al parecer, la recesión urbana producida por la expulsión de los musulmanes había localizado a la población junto a este tramo, siendo los límites Sur y Oeste definidos por un nuevo tramo de muralla, ya altomedieval.

Las grandes reformas se produjeron a partir del siglo XIII. Lo poco que queda del castillo y la muralla de Braga es producto de esa campaña constructiva trecentista, siglo de intensa actividad constructiva militar y la que corresponde la mayoría de las estructuras defensivas medievales de Portugal.
En este momento se habría superado el tramo Norte de las murallas romanas con el crecimiento de la ciudad hacia esa zona septentrional. Al tiempo que la urbe se centraba en torno a su Sé Catedral.
Desgraciadamente, también es poco lo que se sabe acerca de este proyecto bajomedieval. Según la documentación, las obras se desarrollaron con extrema lentitud durante todo el siglo XIII. En el año 1300, de acuerdo con monseñor José Augusto Ferreira, D. Dinis ordenó la construcción del castillo, existiendo ya una primera referencia documental sobre el mismo (Castelo Novo) en 1315.

Pero en realidad la nueva cerca resultó a la postre poco eficaz, ya que, en la década del 70 del siglo XIV, la ciudad fue conquistada con aparente facilidad por las tropas castellanas durante la I Guerra Fernandina. Por ello en 1378 Fernando I ordenó restaurar y reforzar las murallas. Por su parte el castillo fue reparado por el arzobispo Martinho Afonso Pires de Charneca en 1398.
A lo largo del siglo XV, y terminado el castillo, las atenciones reales se concentraron en las murallas. Es en este contexto que surgen numerosas torres, de planta cuadrangular, destinadas a afirmar el poder urbano y regio. Sin embargo, los nuevos sistemas de la guerra pirolítica hicieron que las murallas fueran perdiendo toda su función. En el siglo XVI, ya eran muchos los edificios adosados a la cerca, por el lado exterior, señal clara de la ineficacia y abandono del dispositivo. Y a partir de ese momento la progresión del desarrollo urbano hizo que las murallas fueran poco a poco desmanteladas, proceso que se acrecentó en la segunda mitad del siglo XIX. Hasta tal punto que hoy, aunque las prospecciones arqueológicas han permitido reconocer el trazado general de la muralla medieval, no se conoce la ubicación exacta de todas las puertas y de las torres.
La Torre del Homenaje y algunos tramos dispersos de la antigua muralla medieval se encuentran clasificados como Monumento Nacional desde 1910.
Restos del recinto amurallado
A partir del siglo XIII la cerca de la ciudad pasó a presentar planta aproximadamente circular. Su perímetro según las excavaciones no excedía los 2000 metros y se conoce su trazado aproximado en el entramado urbano actual de la ciudad.

Se conserva de aquella antigua cerca algún trozo aislado de muralla y dos de las torres de las cinco que poseía, la Torre de Santiago y la de San Sebastián. Sólo restas dos de las Ocho puertas que tenía, la Puerta de Santiago, asociada a la torre de su nombre y la llamada Puerta Nueva. Esta última fue reedificada en el siglo XVII por el arzobispo D. José de Bragança hace reedificar la Puerta Nova, a la que, posteriormente, en 1773, se añadió decoración en estilo Rococó, pasando a ser conocida como el «Arco de la Puerta Nueva».
Vista delantera y trasera de la Torre de Santiago en Braga y su puerta
La Torre del Homenaje
El primitivo castillo, erigido bajo el reinado de D. Dinis, hoy desaparecido, presentaba planta aproximadamente rectangular, en estilo gótico, con torres en cada vértice, situándose la torre del homenaje en el interior del patio.
Esta es el único remanente de ese castillo. Presenta planta cuadrada, en albañilería de granito ligeramente escalonado junto al suelo. Tiene una altura aproximada de treinta metros, divididos en cuatro plantas; el primero se encuentra a una altura considerable, ya que la parte baja es maciza hasta los 12 metros
La puerta se encuentra en la fachada noreste de ese primer piso, a la que se accede por una escalera de dos tramos. La puerta está coronada por el escudo de armas de D. Dinis.
El segundo y el tercer piso dispone de saeteras en la fachada sureste. El último piso tiene ventanas en arco roto en cada una de las fachadas, siendo las de las fachadas sudeste y nordeste hermanadas. El interior presenta espacios únicos en cada piso, conectados por escaleras de madera, con suelos y techos de madera con el trazado a la vista.
En lo alto de la torre existen balcones con matacanes en los vértices y merlones achaflanados con saeteras, gárgolas de cañón y cubierta en tejado de cuatro aguas. En la fachada oeste también se colocó otro escudo de D. Dinis.

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