Iniciamos el recorrido, que espero no sea extenuante, por las fortificaciones del distrito de Braga. Este distrito está situado al nordeste de Portugal, que linda al este con el distrito de Vila Real, al sur con el de Porto y al norte con el de Viana de Castelo. Al Oeste se encuentra el océano Atlántico que baña únicamente el municipio de Esponsede. Históricamente pertenece la región de la provincia medieval Entre-Douro-e-Minho.

Es un verde distrito diverso, pues toca la frontera de España en los macizos del Peneda-Gerês y el Atlántico baña sus aguas en espectaculares playas.
Con orgullo sus habitantes pueden decir, como afirma un gran letrero en la muralla de Guimarães, que “Aquí nasceu Portugal” pues tuvo un papel significativo en la proclamación del reino de Portugal.
Recuérdese la historia. Alfonso VI de León había entregado el Condado Portucalense a su yerno Enrique de Borgoña. Este condado, aunque pertenecía al reino de León, tenía una amplia autonomía que Enrique intentó ampliar y consolidar. A su muerte en 1112, su viuda, Teresa de León, queda como regente durante la minoría de edad de Afonso Henriques.
Teresa siguió la estela de su marido Enrique intentando ampliar y consolidar la autonomía del condado, hasta el punto de que en 1121 empezó a autodenominarse reina, lo que como se comprende no gustó nada al rey leonés. Su media hermana, Doña Urraca, la venció finalmente en Póvoa de Lanhoso, por lo que tuvo que acatar la soberanía del rey.

Pero su favoritismo hacia los nobles gallegos, seguro que por allí maniobrando el obispo Gelmírez de Santiago, provocó la revuelta de hidalgos y eclesiásticos del condado que fueron liderados por el joven Afonso Henriquez contra su madre. En el mismo año 1128 se enfrentaron ambos en la Batalla de San Mamede, cerca de Gimarães, con una resonante victoria de las tropas protoportuguesas que expulsaron del condado a Teresa de León.
Afonso declaró Portucale como principado y continuó luchando contra Alfonso VII de León. En 1139 aprovechó la resonante victoria contra los musulmanes en la Batalla de Ourique para proclamarse rey de Portugal como Afonso I.
Afonso Henriques, nacido en Guimarães, fijó entonces la capital en su ciudad natal desde 1095 hasta 1131 cuando se trasladó a Coimbra.
Así que sí, se puede decir que en este distrito nació Portugal como país independiente, de lo que se orgullecen particularmente los habitantes de Guimarães.

Pero incluso antes de estos orígenes, surgieron ciudades como Braga, convertida hoy en la tercera del país, tras Lisboa y Porto. Braga fue una muy significativa ciudad en época romana, Bracara Augusta, fundada alrededor del año 16 a.c. pasando como toda la región sucesivamente por los períodos suevos y musulmanes. En la Edad Media fue sede de un importante e influyente arzobispado. Otra ciudad de larga historia es Barcelos, que ya recibió los fueros en 1140 de Afonso I y que está asociada a la leyenda del gallo de Barcelos que hoy es uno de los distintivos de Portugal. Guimarães, Braga y Barcelos contaron con cercas amuralladas de las que aún quedan restos que han llegado hasta nosotros.
Algunos castillos jalonan nuestro recorrido. Veremos los castillos de Póvoa de Lanhoso, de la propia Guimarães y el de Arnoia en Celorico de Basto.
Por otro lado, como en toda la región del Minho, aparecen numerosas residencias señoriales fortificadas, que surgen a finales del siglo XII en la estela de construcciones similares en Europa. Su historia está ligada a las familias nobles en ascenso. Estas torres señoriales tienen una implantación esencialmente rural, relativamente cerca de pequeños núcleos de poblamiento y de pequeños cursos de agua, eligiendo pequeñas elevaciones que garanticen las condiciones mínimas de defensa. Ocupando zonas de valle, donde los suelos son fértiles y aptos para la agricultura, estas torres buscan controlar los dominios de los señores, garantizando al mismo tiempo su seguridad y defensa. Podrían no ser lugar de residencia permanente, pues la familia no podía residir allí, pero permitía al noble controlar sus derechos señoriales, garantizando la posesión del honor.
Como señala Ana María Oliveira, la casa fuerte era, sobre todo, un símbolo. A través de ella sus poseedores pretendían afirmar su prestigio y su poder. La nueva nobleza, en ascenso, tomó la torre como un símbolo de su hidalguía y usa la construcción para apropiarse, de forma no siempre lícita, de derechos señoriales, obligando a los monarcas a legislar para frenar su proliferación, temerosos de su creciente importancia e influencia. Hablamos aquí de familias como los Cunha, Machados, Dornelas o Vasconcelos.

Fruto de su convulsa historia, también encontramos en el distrito iglesias y ermitas fortificadas, con el objetivo de la defensa, pero también para señalar el poder de las ordenes monacales que las controlaban.
En cambio, poca fortificación abaluartada encontramos en el distrito, en contraste con la proliferación de fuertes tanto en el distrito de Viana al Norte, que ya hemos visto en este blog, o al sur en el distrito de Porto. Tan sólo el fuerte de Esponsede en la costa Atlántica.
Empezamos pues. Espero que os interese, que de ilusión también se vive.
Muito bem!
Me gustaLe gusta a 1 persona