Defensas costa andaluza 204. Fuertes en la barra Guadalquivir

Empezado tras el “descubrimiento” el comercio y el expolio de “indias”, la defensa de la barra del Guadalquivir, en tanto que antesala del puerto de Sevilla, donde recalaban las mercancías, adquirió creciente importancia desde comienzos del siglo XVI.

La primera necesidad fue artillar la ribera para defender el barrio bajo. Así el duque Juan Alonso mando construir en 1557 el Baluarte de Santo Domingo. Sería una simple posición fortificada de enterizos de madera dispuestos horizontalmente, trabados de tierra y reforzados con mampuestos. Duró sólo hasta 1579.

Con el mismo objetivo y de la misma forma se levantó en torno a 1569 el Baluarte del Peso o del Miradero en la isleta contigua a la plaza de la Ribera. En 1588 todavía existía, pero por poco tiempo

Bastante antes, en 1507, se había construido la Torre del Espíritu Santo, junto a la ermita de ese nombre, que dio nombre al promontorio avanzado hacia el mar que jugaba un papel esencial en el control del acceso al caño del Guadalquivir. Esta torre perduró hasta 1679.

Dado lo estratégico del lugar el duque ordenó que se construyese en la punta del espolón el Baluarte del Espíritu Santo entre 1587 y 1588, para varias piezas de artillería gruesa, que podrían cruzar fuegos con la torre de San Jacinto en la otra orilla. Tenía planta cuadrada, ligeramente estrellada, con patio interior tras el acceso para acuartelamiento, y plataforma en la zona que miraba al mar, con acceso por escalera, para la batería. El muro abaluartado quedaba protegido por un foso.

Plano del Fuerte del Espíritu Santo en 1748

Tras la incorporación de la ciudad a la Corona, se inició en 1688 el Muelle de la Riza al pie de la barranca, que no llegó a terminarse, y lo que se había construido fue pronto arruinado por el mar.

A fines del siglo XVII se construyó también en esa zona el Baluarte de San Felipe, para reforzar la potencia de fuego rasante. Estuvo dotado con dos piezas de artillería y estaba destrozado para 1724 por la constante erosión de los embates del mar. Su ubicación exacta aún no es segura.

Mapa de la barra de Sanlúcar 1765. Juan Escofet

La erosión por las tempestades afectó también al Baluarte del Espíritu Santo, que pronto se demostró que se había construido sin tener en cuenta los frecuentes embates del mar. Ya se había derrumbado la parte que se asomaba al barranco hacia 1737. Se sucedieron varios proyectos para reconstruirlo, tanto en 1752 como en 1756. Pero las obras no avanzaron en más de una década, pues sólo se construyeron los cimientos. Finalmente, el proyecto que se realizó fue el de Juan Escofet en 1765, que representaba una mejora integral de los diversos baluartes y torres de la desembocadura (Espíritu Santo, San Jacinto y San Salvador), y nuevas baterías auxiliares. Tras demolerse los restos del primitivo baluarte de 1587, el nuevo estaba en uso para 1770.

Durante la invasión napoleónica fue ocupado por las tropas francesas, y luego por los ingleses que, al evacuarlo en 1812, lo volaron. Muy propios ellos destruyendo la mayoría de las defensas y patrimonio.

Fotografías de los restos del Fuerte del Espiritu Santo a comienzos del siglo XX

Todavía podían verse importantes restos del baluarte en fotografías de comienzos del siglo XX. Todavía conservaba el ingreso trasero con muros de mampostería y vano central de arco escarzano de cantería ostionera, sobre el que cargaba una garita abovedada, y restos de las golas colaterales sobre potentes bóvedas de cañón estructurales.

El citado proyecto de Escofet afectaba también al Baluarte de San Salvador, pero no llegó a realizarse. Este baluarte es el único que se ha conservado hasta ahora, si bien afectado por el abandono. Pese a los varios proyectos elaborados para rehabilitarlo, como este o este otro, pasan los años y el fuerte se deteriora poco a poco.

Plano fuerte de San Salvador. 1748. Juan Bautista Bussy

El primer fuerte de San Salvador se levantó para el control del acceso al fondeadero de Bonanza. Se construyó como un funcional y barato baluarte de madera artillado. Como en 1590 ya estaba arruinado, se encargó a Juan Pedro Livadote en 1596 su reconstrucción, pero la endeblez de su fábrica hizo que el bastión sufriese continuas reparaciones, documentadas en las cuentas de la Casa Ducal de 1610, 1614, 1615, 1619, y 1622-26, que nunca terminaron de afianzarlo.

Finalmente, en 1627 el VIII Duque, Manuel Alonso, decidió sustituirlo por el fuerte abaluartado de San Salvador, de fábrica y a escasos metros del agua, casi ahogado en la arena de su playa, lo que condicionaba su eficacia, pero que ha permitido conservar su integridad hasta la actualidad.  Fue trazado por el ingeniero portugués Jusepe Gómez de Mendoza. La ejecución fue rápida, solo unos meses, pues su primer alcaide se nombró a principios de mayo de 1628.

El fuerte de San Salvador es de planta rectangular estrellada, fruto de la suma de dos frentes abaluartados con golas en forma de cola de milano, con unas medidas de 29,19 x 11,57 m. Su fábrica, aunque de mampostería de piedra ostionera irregular y porosa, es de gran dureza. Según la planimetría del siglo XVIII, en los vértices de los baluartes se disponían garitas cilíndricas de piedra, de las que solo se conservan las dos traseras, con matacanes. La plataforma o paseo de ronda conserva aún parte del enlosado original de piedra de Tarifa, que desgraciadamente cada día es más escasa por el expolio.

La dotación inicial fue de siete piezas de artillería, pasando a propiedad de la Corona en 1645. A su frente quedaba un castellano con el rango de capitán, un teniente, diez soldados y ocho artilleros. Su efectividad fue puesta en entredicho porque la pólvora se inutilizaba por la humedad dada su proximidad al mar, y sin embargo esa cercanía era su gran valía, pues al tener un alzado de escasa entidad y surgir inesperadamente de la arena, casi invisible para los atacantes, su efecto resultaba letal sobre el blanco enemigo.

Vista del fuerte desde la desembocadura, perfectamente camuflado

Durante 1810, en la Guerra de Independencia, sirvió como centro de mando de las tropas francesas que estaban al cargo de la defensa de la desembocadura del Río Guadalquivir.

Y a partir de entonces ruina progresiva. Para mí, sin embargo, es un fuerte de los mas bonitos de la costa.

Nota. Los datos y buena parte del texto están tomados del excelente trabajo de Fernando Cruz Isidoro: “Sanlúcar inexpugnable”. 2021

Maqueta

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